Ángel Fraile
Parece mentira que a la vez que progresamos, al menos económicamente, el empobrecimiento del idioma se hace más acusado. Cada vez tenemos más medios para comunicarnos unos con otros y esto está muy bien, pero eso no quiere decir que nos comuniquemos mejor, al contrario. Tenemos una comunicación, diría yo que en la distancia , pero la relación directa de unos con otros, sin la tecnología de por medio, pienso que ha ido a menos.
La ley del mínimo esfuerzo, los medios de comunicación modernos, el ir deprisa a todos los sitios, etc., hace que para expresarnos, utilicemos el mínimo de palabras, llegando incluso a decir palabras incompletas, o siglas, y lo único que conseguimos, pienso yo, es no entendernos.
La vida de hace unos años, con todas las carencias que ello suponía, tenía un cierto encanto, y el hablar entre amigos y vecinos era un buen ejercicio de relación básico, que hace que desde pequeños nos socialicemos. En este sentido creo que hemos perdido en el cambio.
Cuando estamos en algún pequeño pueblo, de esos que abundan en Castilla, y hablamos con personas que han vivido mucho, siempre nos sorprendemos cuando oímos alguna palabra que no contiene nuestro diccionario particular. Se nos insinúa una sonrisa, pensando que es una deformación local de alguna palabra y poco menos que tachamos a la persona de ignorante, o al menos así lo pensamos en nuestro interior. Si nos parásemos a pensar detenidamente, descubriríamos que la mayoría de las veces, los ignorantes somos nosotros, y que esas palabras sí que existen en el diccionario de la Real Academia, y lo que ocurre es que vivimos tan deprisa que sólo nos quedamos con un mínimo de palabras para poder expresarnos con nuestros semejantes.
Pongo un simple ejemplo que ahora se me ocurre: Recuerdo cuando era un chiquillo que cuando iba con mi padre al campo, con el carro y las caballerías, por entonces se hablaba hasta al ganado, como si fueran personas que pudieran razonar; Cuando había que arrear a los machos, se les hablaba fuerte para que obedecieran, y se les decía su propio nombre: "Vamos lucero"..."Tras, tras, Yeguato...¿"Dónde vas Andaluz"?. Así se les nombraba y hablaba, no para que contestasen, que eso era harto difícil, pero si para que vieran que había alguien al mando. Siendo yo un niño, como ya he dicho, a mí se me quedó grabada una de estas frases que usaba mi padre para comunicarse con las caballerías, cuando iba yo acompañándole en el carro: Al igual que las personas, los animales tienen días buenos y otros no tanto, y había momentos que había que estar más atento para que no se desmadrasen. En esos complicados momentos decía a alguno de los animales que iba alborotado: “Mira que eres de mala jaez”. Entonces no llegue a comprender el significado de aquella palabra que mi padre había aprendido de los suyos, y que hoy día me pongo a pensar, y me doy cuenta de que esta palabra que parece tan rara, no lo era tal, y que está bien dicha (la palabra "jaez" es un sinónimo de intención), y ya en el siglo XVIII, es recogida por el Diccionario de Autoridades. Esto es un ejemplo más de que nuestros mayores sabían utilizar el idioma, a veces mejor que nosotros, que creemos que lo sabemos todo. Aclaro además que es una palabra de origen árabe, por lo que antigua sí que es, y forma parte de otras tantas que nos dejó aquel pueblo con el que convivieron nuestros antepasados durante varios siglos.
No sé si habréis sido muchos los que habéis llegado hasta el final de este pequeño comentario. Solo agradecéroslo, si ha sido así. Cada uno es muy libre de leer lo que aquí publico o no; mi única intención, es la de entretener, además de enseñar algo nuevo, para todos los que quieran seguir aprendiendo. Muchas gracias.