TERTULIA EN LAS
CUATRO CALLES
(Revista "La Villa" Agosto 2015)
Ángel
Fraile de Pablo
Tertulia, vieja palabra,
que nunca ha dejado de estar de moda en nuestros pueblos, aunque desde hace
unos años, se ha convertido también en habitual en los medios de comunicación,
sobre todo entre personas, se supone que entendidas en un tema concreto, casi
siempre relacionado con temas políticos y económicos.
Define el diccionario de autoridades, ya en el
siglo XVIII, la palabra tertulia como: "Junta
voluntaria o congreso de hombres discretos para discutir alguna materia".
Otra definición, más acorde con una reunión informal dice: ... "Junta de amigos y familiares para
conversación, juego y otras diversiones honestas".
Sea como sea, nos vamos
a referir aquí a la segunda acepción, y
que podíamos ampliar diciendo, que
serían tertulias espontáneas donde el tema o los temas, surgen a lo largo de la
conversación, sin un guión preestablecido y que generalmente tienen un sentido
lúdico además del informativo a nivel local.
Al igual que en
cualquier ciudad, cada pueblo tiene sus zonas diferenciadas o delimitadas en pequeños barrios o calles que se
distinguen por algún edificio histórico o construcción característica, por el
nombre de alguna plaza o calle, muy conocidas o populares.
En Vallelado podíamos nombrar
muchas de estas, entre otras, "El Barruelo", "Las Casas Nuevas",
"Los pradillos", "Las Huertas Rojas", "La plaza" ,"
Las Escuelas", "La Ermita", "La Tahona", "Los Corrales", "Las Mochas",
"Las cuatro Calles"... y así podíamos seguir.
Cada uno de nosotros,
tiene cierto apego a la calle o barrio que le vio nacer, y creer, y donde desde pequeño se relacionó con sus
amigos y vecinos. Eso queda grabado para siempre, aunque por caprichos del destino o por necesidad, esa
persona haya tenido que emigrar lejos de sus raíces. Siempre existirá esa
"morriña", como dicen los gallegos, hacia su lugar de origen y hacia
aquellas calles, amigos, vecinos, con los que compartió parte de su niñez o
juventud. Durante años los vecinos actuales y aquellos que nos precedieron,
tenían a su barrio o calle como algo importante dentro de sus
vidas, por haber nacido y vivido su infancia en ese determinado lugar. Aunque la relación con los vecinos de un pequeño pueblo como Vallelado, abarca a casi
todos sus habitantes, esta es más estrecha con los vecinos más cercanos, sean
de la edad que sean. Si alguno se va a
vivir a otro barrio por las circunstancias que fuesen, siempre quedan grabados
los recuerdos del antiguo. Juliana y Serafín,
habían vivido siempre en su querido barrio del Barruelo, pasando hace
unos años a habitar a las "Las
Cuatro Calles", pero yo creo que Serafín no dejó ningún día de ir a su
antigua casa y antiguo barrio del Barruelo...solía decir que era mejor barrio
el Barruelo, lógico, por otra parte, no
obstante allí vivió su infancia y la mayor parte de su vida.
Ya quedan un poco lejanos los años en que los vecinos se reunían sobre
todo en el buen tiempo, a las puertas de las casas para charlar y pasar un rato
al fresco, sobre todo en el verano. Las
mujeres haciendo punto, remendando o cosiendo, en las largas tardes de los
meses estivales. Los hombres, a la
solana, en algún rincón protegido del viento
en los meses invernales donde las faenas del campo eran menores.
Entonces no había televisión, y las noticias se comentaban en estas
largas charlas, opinando tanto de política como de otras cosas más o menos
intrascendentes que surgían en el pueblo, nacimientos, bodas, noviazgos...
Los avisos municipales
y los distintos pregones que anunciaban la venta de productos ambulantes en la Plaza
Mayor, o avisos particulares de algún
vecino, corrían a cargo del alguacil. Recuerdo a Eduardo Cuéllar, (que fue
alguacil durante muchos años). El recorrido que hacía por el pueblo era fijo y
las paradas también. En las cuatro calles era preceptivo hacer una de estas parada en el mismo cruce , y siempre
precedido por el toque de la chifla de color dorado, para que pusiéramos atención a lo que se anunciaba... "Se han perdido unas alforjas en el
camino de la Vega esta mañana. Se ruega si alguno las ha encontrado las deposite
en el Ayuntamiento "Por orden
del Sr. alcalde, se hace saber que el próximo lunes con motivo de las fiestas
de la Cruz, se comenzarán a poner los tablados de la plaza para dicha celebración". El pregón o aviso
municipal, finalizaba con otro toque de chifla. Otras veces se anunciaban
obradizas para la limpieza de caces, arreglo de caminos, etc. o venta de
productos en la plaza.
Antes de que el agua
corriente estuviera en todas las viviendas, los vecinos iban a por agua potable
para el consumo a las fuentes públicas. Una de estas fuentes se instaló en las
4 calles, en la misma esquina de la C/ La Fragua y la C/ Las Mochas. Puede uno
imaginarse el trasiego de gente que por allí pasaba a lo largo del día; personas, que además de llevar el agua charlaban o
comentaban las noticias y
acontecimientos diarios que ocurrían en Vallelado. No era extraño que nos
mandasen a por agua en casa porque se necesitase de forma más o menos urgente,
y luego recibir una buena bronca por haber tardado, porque siempre en el camino
nos entreteníamos a charlar con alguien, claro está que por entonces no
llevábamos reloj, por lo que no teníamos noción del tiempo, y cuando legábamos
con el agua... "bronca que te crió".
El barrio de "Las
Cuatro Calles" cercano a la plaza Mayor, es uno de los más conocidos. En
realidad es un cruce de dos calles de forma perpendicular, aunque en realidad
el punto lo forman tres: Calle "Las Mochas", que desde la plaza mayor
va hasta las escuelas de arriba en dirección
al mediodía; la Calle "La Fragua", que comienza en el mismo
lugar donde se situaba hace muchos años la Fragua municipal, y que dio
nombre a esta calle y que va en
dirección al saliente. La tercera es la Calle "del Moral", que nace
en el mismo cruce en dirección a poniente.
Muchos han sido los vecinos que han vivido y
compartido en este barrio de las Cuatro Calles. A lo largo de los años hemos
conocido a una gran cantidad de personas de todas las edades que han dado vida
a este lugar tan popular. Al ser Vallelado un pueblo pequeño, la relación de
los vecinos era muy directa, pero mucho más cercana con los vecinos más próximos, aunque en ocasiones surgieran
roces normales, precisamente por esa proximidad. Aquí pasaron sus días y se relacionaron muchas
familias y vecinos que llevamos en nuestro
recuerdo, como:
Mariano Vega, su mujer Victoria y Carmen su hija. Alejandro
y Leonor. Inocencio , que Vivian en el callejón. Felipe y Fulgencia su mujer. La
Señora Juana y su marido Marcelino, Demetrio y Ciriaca, mis abuelos, mi bisabuela
Feliciana (tía Huevera), ya viuda, que había estado viviendo en Aldeamayor de
San Martín donde se casó con Hermenegildo, natural de Aldeamayor, el cual
falleció joven dejando dos niños
pequeños con los cuales Feliciana volvió a Vallelado a vivir con sus padres. La abuela Luciana, que descendía de Torregutiérrez, Mariano y su
mujer Matilde. Emilia y su hermana María, ambas solteras. El tío Saturnino, Filiberto y María. Cecilia, Eladio y su madre la abuela María, que estaba ciega. El tío Fermín y Facunda, su
mujer. La tía Valeriana y sus hijos
Melchor, Mariano, Doroteo y Félix, Antonio, que era pastor y su mujer Nati, Bernardino y Agustina. El tío Cándido y Agustina. El tío Venancio y
la Sra. Josefa. Pedro y Candelas.
Lorenzo y su mujer Antonia. Concepción y Sabino, que vinieron de Hontalbilla.
Sabino ejerció de zapatero y después de alguacil en el Ayuntamiento. Claudia y su marido Julián que era barbero y
aunque vivían en la plaza junto a la iglesia,
en la parte que llaman "juego de pelota", su casa llegaba
hasta las cuatro calles por la parte del corral. Por entonces los barberos eran
muy necesarios; allí acudían los hombres a afeitarse, generalmente cada 6-7
días y en las festividades importantes. La Señora Fe y Joaquín. El tío Román.
Guillermo y Valeriana. Saturnino (tío cocinas).
Felipa y Ángel el panadero. Francisco y María. Benito y María. Germán y María. Tomás y Emiliana. Miguel y
Cili, que tuvieron una tienda de comestibles, durante muchos años. Mariano y
Carmen. El tío Leonardo y Florentina su
mujer. Leonardo fue secretario del juzgado. Cipriano y María. Felipe y su mujer Asunción. Antonio y Teodomira, que tenían un pequeño corralillo
o patio donde pasaban largos ratos junto a otros vecinos. Ciriaco y su mujer Jesusa.
Muchos más vecinos se fueron
incorporando a lo largo de años, a la
vida del barrio y sería imposible
nombrarlos a todos.
Los tiempos han
cambiado, y muchas viviendas han quedado vacías con el fallecimiento de sus
moradores. Con el advenimiento de la modernidad se ha
perdido en muchos casos esa cercanía y esas tertulias, que animaban el buen tiempo, y tenían un
importante función socializadora, y de sana convivencia, pero todavía se siguen
produciendo alguna, claro está adaptada a los nuevos tiempos y que creo yo que
no deberíamos de perder.
Pasé mi niñez y parte
de mi juventud, en la Calle La fragua, y en Las Cuatro Calles, y recuerdo
que al atardecer, empezaban a salir los vecinos a las puertas de sus
casas o hacían algún corro, junto al pajar de Tío Vega, Ester pajar, estuvo
hasta hace unos años en el lugar donde hoy han plantado un cedro de gran porte
y donde actualmente se forman esas tertulias a la sombra del mismo. Los más
pequeños, venidos muchos de ellos de los distintos barrios del pueblo, jugábamos al escondite, a la Maya, a las tabas...
o nos sentábamos en el suelo para escuchar lo que hablaban o discernían los
mayores. La luz era escasa, pero tampoco muy necesaria, e incluso venía bien
para que pudiera volar nuestra imaginación. Como sonido de fondo no se me olvidan los
chillidos de los numerosísimos vencejos, que poblaban todo el cielo, limpiando
el ambiente de insectos. Siempre me han llamado la atención estos pájaros que
tanto beneficio producían. ahora ya son mucho más escasos, Sus grandes alas y
sus cortas patas les impiden posarse en el suelo, por lo que desde que nacen
hasta que mueren no tocan nunca el suelo, y si en alguna ocasión han caído por
accidente no pueden echar a volar porque sus alas pegan en el suelo, y es
necesario cogerlos y lanzarlos al aire. sus nidos estaban situados en las bocas
tejas y en agujeros de las viejas vigas de madera de edificios antiguos. Llegada la oscura noche los murciélagos hacían
acto de presencia y nosotros quitábamos la gorra a alguna persona mayor, lanzándola
al aire con la esperanza de cazar alguno
de estos feos animales, aunque muy útiles, pero no por ello dejábamos de
intentarlo una y otra vez.
Así entreteníamos muchos ratos y así fuimos
creciendo en aquel ambiente distendido que nos ayudó a educarnos y a
relacionarnos. Entonces no era necesario ni el teléfono móvil ni el Whatsapp, que por muchas ventajas
que tengan estas muevas tecnologías, que las tienen, no sustituyen a la relación
directa, pienso yo, y de las cuales, hacemos un uso excesivo, y a veces inadecuado,
que nos impiden socializarnos y relacionarnos.
La nostalgia forma
parte de nuestras vidas y espero que estas líneas os hayan hecho sonreír y
disfrutar recordando nuestra infancia y juventud.