Ángel Fraile
Todos tenemos en la retina estos días, la catástrofe ocurrida en la zona valenciana que ha afectado a tantas personas y bienes, así como la gran cantidad de fallecidos por la DANA. Una tragedia que nadie esperaba, pero que ha llegado de forma repentina arrasando todo a su paso y creando el caos y la muerte.
Ahora toca ponernos manos a la obra todos y empatizar con los damnificados y las familias que han perdido a sus seres queridos. La naturaleza nos ha golpeado fuerte una vez más. Ahora depende de las administraciones y de nuestros dirigentes, de poner los medios necesarios para recuperar todo lo que se ha perdido, ayudando a las familias, industrias y negocios a recuperar la “normalidad” en la medida de lo posible, que será una tarea difícil y lenta.
En casos como este, la solidaridad del ser humano sale a flote, y todos queremos ayudar en la medida de lo posible, enviando víveres y alimentos o material, como hemos visto hace unos días desde Vallelado o desde otros municipios, aunque estemos lejos de la zona afectada.
Hemos visto y seguimos viendo por las imágenes de televisión, la gran cantidad de voluntarios que han acudido a echar una mano en lo que fuera necesario, acudiendo personas de todas las partes de nuestra geografía para tratar de aportar un granito de arena en esta catástrofe.
Uno de estos ejemplos de ayuda y solidaridad es el que voy a relatar, por lo cercano que nos toca, aunque sabemos que hay muchos más. Me cuenta Marcos, un joven de Vallelado, que, viendo las imágenes de televisión tan impactantes, que a nadie deja indiferente, desde el primer momento se planteo hacer algo para ayudar a tanta gente. Inmediatamente se puso en contacto con su amigo Mar, de Sanchonuño y empezaron a planear un viaje hasta Valencia, sin pensárselo mucho. En pocas horas prepararon lo más necesario para viajar, y el lunes 4 de noviembre se pusieron en camino con un todoterreno. Salieron de Vallelado sobre las 5:30 de la mañana recogiendo a Mar en Sanchonuño y camino de Madrid donde les esperaban otros dos jóvenes, Felipe y Mateo. Previamente habían conseguido enseres para llevar, como cubos, palas, cepillos, algún alimento, como leche y galletas, compresas, etc, junto con sus pertenencias, lo más básico.
A medida que se acercaban a la zona fueron viendo a los lados de la carretera, enseres, maleza, etc. que había arrastrado la gran lengua de agua que bajó por los barrancos. A la zona, la policía no dejaba entrar a personas particulares, por lo que dijeron que eran bomberos, e inmediatamente les dieron permiso. Un poco antes de llegar a Catarroja en el pueblo de Benetúser, dejaron en las escuelas los víveres que llevaban. Este es uno de los pueblos afectados, cuyo nombre nos sonará por las noticias, la tragedia que vivió una mejer que ha perdido a su marido y a su hija, cuando bajaron al garaje de la casa. Sobre las 11 de la mañana llegaron a la localidad de Catarroja.
Nos cuenta Marcos que allí no había una organización del trabajo, pero como había tanto que hacer, enseguida se pusieron manos a la obra. Todo lo que vieron fueron personas voluntarias. No había bomberos, ni militares, solamente la policía que controlaba la entrada y la seguridad. Lo primero que hicieron era ayudar a una familia de agricultores, que están sacando agua de un garaje, así como a limpiar de escombros y enseres inservibles que había por todos lados.
La gente que los veía llegar, se emocionaba y les abrazaba por haber venido de tan lejos a ayudar. Las familias del pueblo les ofrecieron agua y comida. Muchos agricultores locales estaban con sus tractores retirando escombros y lodo sin parar. Una joven les pidió ayuda para poder arrancar su coche que no funcionaba, pero al final lograron arrancarle y retirarle a una zona más seguro.
Una de las cosas que más le llamó la atención a Marcos y a sus amigos, además del tremendo impacto visual nada más llegar por la magnitud y destrucción, fue que la gran mayoría de voluntarios era gente joven. Nos alegramos de este importante detalle que nos cuenta, porque a veces hablamos de la gente joven en sentido negativo, pero ahora vemos que les sobra solidaridad y ganas de ayudar a los necesitados, y eso nos alegra, ya que son nuestro futuro. Un aplauso para ellos.
Estuvieron trabajando sin parar hasta que ya se hizo de noche, y se quedó todo el pueblo a oscuras, pues como ya sabemos no había electricidad, ni tampoco agua corriente. Se quitaron la ropa con la que habían trabajado y aseándose un poco con el agua que les ofrecían, por supuesto agua embotellada, y se pusieron en camino de regreso hacía Madrid y Vallelado.
La experiencia vivida por estos jóvenes, en unos momentos muy difíciles, dice Marcos, que les ha marcado y que ha sido, muy gratificante como experiencia. Les han dado mil veces las gracias todos los vecinos e incluso algunos les han llamado por teléfono para expresar su gratitud una vez más
Estos jóvenes valientes y solidarios ya están planificando otro viaje este mismo fin de semana para volver a la zona y seguir colaborando en las tareas de limpieza. Piensan, en principio, salir mañana viernes y estar hasta el domingo, haciendo noche en algún lugar habilitado en la zona que han habilitado para los voluntarios, como algún polideportivo o nave.
Mi agradecimiento a Marcos y a sus compañeros, por esta solidaria historia y por compartirla con todos nosotros.