sábado, 20 de noviembre de 2021

EL REFRANERO POPULAR Y LA HERENCIA

 EL REFRANERO Y LA SABIDURÍA POPULAR

EN NUESTRA HERENCIA GENÉTICA

(Artículo publicado en la revista "La Villa", nº 65)


Ángel Fraile de Pablo

A primera vista, y con este título tan sugestivo, pudiera parecer que voy a dar una lección magistral de un tema propio de expertos, y en una materia muy especializada. Pues nada más lejos de la realidad. Lo que verdaderamente pretendo,  en el caso que nos ocupa, es hablar de un tema del que todos hemos escuchado en muchas ocasiones a nuestros padres y abuelos,  que a su vez ellos escucharon  a  sus antepasados.

Acudimos al Diccionario de la Real Academia, para ver el significado de la palabra Herencia: "Conjunto de caracteres que los seres vivos reciben de sus progenitores". Si retrocedemos unos años atrás y vemos un diccionario de principios del siglo XX dice: "Inclinaciones, propiedades o temperamentos que se heredan". Con esto ya nos hemos hecho una pequeña idea de "por dónde van los tiros", como habitualmente se dice.

Son muchos los refranes y proverbios que hacen alusión a la herencia genética, es decir, lo que heredamos de nuestros padres y abuelos, además de los bienes. Estos antiguos aforismos que a lo largo de los siglos se han ido construyendo a base de experiencias y vivencias, son a los que me quiero referir. 

Son los refranes sentencias breves que encierran en pocas palabras una gran sabiduría acumulada a lo largo del tiempo y que se pueden aplicar hoy, igual que hace siglos, a la gran mayoría de acontecimientos de la vida. La humanidad avanza,  pero hay cosas que nunca cambian, unas veces para bien y otras para mal, pero así es..."sabio refranero, casi siempre certero".

 Nuestro diccionario ya en el siglo XVIII definía la palabra refrán como: " El dicho agudo o sentencioso que viene de unos a otros y sirve para moralizar lo que se dice o escribe.  Según Covarrubias procede del latín, que significa "de unos a otros".

Ya, el Quijote de Cervantes, que tantas sentencias y refranes trae, decía en boca de D. Quijote a su compañero Sancho: 

"Paréceme, Sancho, que no hay refrán que no sea verdadero, porque todas son sentencias sacadas de la mesma experiencia, madre de las ciencias todas". 

Estamos presos de nuestra herencia genética, en un tanto por ciento muy elevado y nos guste más o menos, y así lo refiere el refranero: "De padres gatos, hijos misinos" ,"De padres cantores, hijos jilgueros" y "En casa del dulzainero, todos danzantes". De cualquier manera, los padres siempre han deseado que sus hijos se parezcan a ellos, al menos en los aspectos que consideramos positivos o más favorables. En la mayoría de los casos se hace cada vez más evidente ese parecido,   a medida que cumplimos años, unos atributos nos gustan más y otros menos. "Los cascos se parecen a las ollas"

Todos recordamos, que era, y sigue siendo habitual que al hijo primogénito se le pusiera el nombre del padre,  de la madre, el de algún abuelo e incluso  de algún tío, pariente o de algún  hermano que había fallecido a temprana edad. Era como una tradición y casi nos sentíamos obligados a ello. Con esta manera de proceder, estamos defendiendo, afianzando y colaborando en esa genética de la que tanto dependemos. Si nos remontamos a siglos pasados, comprobamos que en gran cantidad de documentos  se nombra a distintas personas dentro de una misma familia con un nombre común y que para distinguir a padres, hijos, e incluso abuelos , se les ponía un sobrenombre, para saber a quién nos referíamos.  ...Juan, (el mayor), (el menor), (el viejo); con esto sabían de quién hablaban y  distinguían a cada cual. A nivel práctico,  no tiene mucha utilidad que se herede el nombre de padres a hijos, pero siempre se ha hecho así como una forma de perpetuar la herencia para no perder un determinado nombre en la familia, queriendo conservar ese legado para futuras generaciones. Estos son aspectos en los que podemos influir, pero a la hora de heredar ciertos caracteres, poco o nada podemos hacer si hemos heredado algo que no nos gusta. Ejemplos tenemos muchos en el refranero tradicional:  "Hija de vaca brava, cuando menos topona".  "Por donde salta la cabra, salta la chiva". No estamos inventando nada que no supieran nuestros antepasados. Más modernamente para solucionar los  inconvenientes de heredar el mismo nombre, utilizamos diminutivos para referirnos al hijo del que estamos hablando. Un sistema práctico a la hora de distinguir a  cada uno de ellos. Se da la circustancia  de que en algunos casos, había cuatro generaciones o más con el mismo nombre, porque no querían que éste se perdiese, como se decía entonces.

 Estamos habituados a referirnos a la herencia con un significado material de aquellos bienes que nos han legado, y pocas veces pensamos que también heredamos otros aspectos y parecidos e incluso los males, y en este caso sin necesidad de pasar por ningún notario;  tanto si nos referimos a taras o enfermedades, así como a cualquier atributo  en el plano físico y psicológico. Muchas enfermedades son heredadas genéticamente, y de ello  podemos poner muchos ejemplos en determinadas familias.  Es por ello que cuando acudimos a alguna consulta médica, nos insista el galeno en los antecedentes familiares médicos, de nuestros padres y abuelos. Tenemos un tanto por ciento elevado de que vayamos a heredar esas enfermedades, por lo que se deben detectar posibles anomalías cuanto antes, para así poder tratarlas precozmente. "De casta le viene al galgo, ser rabilargo". "De tal palo tal astilla".

Al igual que los animales, que llevan su comportamiento y código genético dentro de sí o innato, así somos las personas, en muchos casos copias casi idénticas de nuestros padres, y lo que no, posiblemente de nuestros abuelos o bisabuelos. Podríamos poner un montón de ejemplos simplemente aludiendo al refranero antiguo. 

Aludiendo al antiguo oficio de carpintero, encontramos un refrán que en pocas palabras nos demuestra la importancia de nuestra genética. "¿Se parecerá la astilla al madero?. Aunque rabie el carpintero". La madera de los comunes y antiguos olmos, tan utilizada por su dureza y durabilidad, era difícil de trabajar y ya los carpinteros lo conocían.  Resulta muy difícil clavar un clavo a golpe de martillo en esta madera por su gran dureza, y casi siempre quedaba una parte del clavo que no entraba en la madera...."El olmo le dijo al clavo....entrarás, pero dejarás el rabo". Haced la prueba y comprobaréis lo que digo.  

Heredamos de nuestros antepasados una serie de características, que a medida que cumplimos años se van haciendo más evidentes y notorias. Por poner un ejemplo, para ilustrar esta afirmación, a todos nos ha ocurrido ver a una persona y, sin saber quién es en realidad, llegar a conocer a que familia pertenece, simplemente por la forma de andar, la forma de expresarse o hablar, o  por los gestos que realiza cuando conversa, en  el tono de voz, incluso hablando por teléfono, llegando a confundir la voz y no saber si estamos hablando con el padre o con el hijo . "La hija de la cabra, ¿Que ha de ser si no cabrita". Esto a lo largo de los siglos se ha ido repitiendo, y creo que así será en un futuro.

Ahora que disponemos de tantas y tantas fotografías, desde que nacemos, vamos viendo cómo somos copias de alguno de nuestros antepasados. Se hace evidente entre hermanos que cuando vemos fotos de niños, no somos capaces de distinguir cuál de ellos es el que aparece en la foto.

No por ello debemos de renegar de nuestro pasado genético, por haber heredado una determinada característica, si no que debemos de sentirnos incluso orgullosos, pues  "Quien a su familia se parece, honra merece"  .

Muchos otros refranes nos hablan de lo que recibimos en herencia y que nos advierten de que por mucho que nos empeñemos, nos seguiremos pareciendo a nuestros antepasados, y de ello tenemos que sentirnos honrados como dice el refrán. 

Es verdad que no siempre se cumplen las sentencias de los dichos y refranes, e incluso hay lo que mi abuelo Ignacio denominaba como contrarefranes,  que se contradicen entre sí, y como es lógico unas veces hacemos verdadero el refrán y otra nos agarramos al contrarefrán. No tiene nada de extraño, en la vida las cosas no son  blancas o negras sino que hay distintos matices y por eso hay uno muy sabio que aunque no venga  mucho a cuento del tema que estamos tratando, afirma que ..."Cada uno cuenta la fiesta según le va". Esto mismo nos pasa cuando hablamos de una determinada persona y dependiendo de nuestro conocimiento y experiencia con ella, la calificación será positiva o negativa. 

Sigamos aprendiendo y experimentando con la sabiduría de nuestro amplio refranero, aplicando estas breves sentencias a nuestra vida cotidiana.