El treinta de julio,
que fue el día de mi santo,
mis hijos y familiares
acordaron celebrarlo.
Quizá debido a la edad
tan avanzada que tengo,
temen que el año que viene
ya no podrán hacerlo.
Así se han puesto de acuerdo
aun a bastante distancia
por la obligación que tienen
de desempeñar los cargos
Dando principio ese día,
oyendo la Santa Misa
que en sufragio de la madre
dijo el hijo carmelita.
Que aunque nosotros no vimos,
en sentido corporal,
creemos que desde el Cielo
ella pudo contemplar.
Después, en el cementerio,
en su sepultura oramos
y elevamos nuestras preces
por el eterno descanso.
Después una gran comida
todos juntos reunidos,
vástagos del mismo tronco,
nos juntamos veinticinco.
Yo quedé muy satisfecho,
de así celebrar mi santo,
sin darlo gran importancia,
si será o no el último año.
A Dios debemos la vida,
que Él es quien la concedió,
y cuando Él nos la pida,
yo gustoso se la doy.
La vida no tiene importancia,
sea corta o sea larga,
lo que sí la tiene, y mucha,
saberla vivir en gracia
Y así cuando el Señor se digne
enviar a la muerte,
nosotros ya preparados,
poderla decir que entre.
Y una vez allí presente
preguntar con interés:
cuando vos gustéis Señora,
¿mas decidme donde iré?.
Y al oír esta pregunta
ella pueda contestar:
preparado está tu puesto,
no temas, ya lo sabrás
Pues para muchas personas
que ven alargar su vida,
les sirve de sufrimiento
por las faltas cometidas.
La conciencia a los culpados
castiga tan pronto y bien,
que hay muy pocos que no estén
dentro de su pecho ahorcados.
Por eso hemos conocido, casos
y personas por sus delitos,
su conciencia tanto acusa,
que han preferido el suicidio
Dios con gran sabiduría
en la conciencia nos grava
el tic tac de nuestras obras
si son buenos ó son malas
No sirve, que nadie a voces,
él se quiera defender,
que en silencio la conciencia
bien claro se lo hace ver.
Pensemos que en esta vida,
sólo estamos temporal,
para merecer el premio
que en la eterna nos darán.