"DAR GATO POR LIEBRE"
(Historias reales de hace unos años, en Vallelado)
Es costumbre muy arraigada en los pueblos celebrar meriendas entre amigos, en bodegas y locales preparados para el efecto. Ahora es un poco menos habitual, pero todavía hay algunos que se resisten a perder esta buena costumbre, y siguen merendando, siempre que pueden. Hace años, no había bodega en Vallelado que no tuviera unas cuantas cubas de vino de cosecha para el consumo propio. Hoy las viñas han desaparecido y sólo quedan algunos majuelos en los pagos de Cascón y Valconejero, que de forma testimonial labran sus dueños, más por nostalgia que por rentabilidad, lógicamente.
De buenos anfitriones es convidar a estas meriendas a amigos y conocidos, a comer unos chorizos de la matanza o hasta una lata de escabeche. Casi siempre estas reuniones gastronómicas eran de hombres. No es que estuviera prohibido que acudieran mujeres, pero entonces no estaba bien visto, o se prefería no estar en boca de nadie. Sin embargo en alguna ocasión se invitaba a las quintas o a las amigas más cercanas. Estamos en una zona donde uno de los platos favoritos es el lechazo asado, y no falta en las grandes celebraciones, bodas, y en algunas meriendas de estas de las que hablo. Pero antes el sabroso lechazo no estaba al alcance de todos, por lo que había que recurrir a otros productos que fueran más fáciles de conseguir, no porque no hubiera lechazos entonces, si no porque la economía no estaba muy saneada. Lo más habitual era algún producto de la matanza, como chorizo, una cabeza de cerdo asada, escabeche o queso, y a veces algún pollo o conejo de esos que se criaban en casa durante varios meses. Ya se sabe que cuando se tienen esos año mozos, se hacen algunas cosas fuera de lo común, por aquello que algunos decían...¿hacemos una de mozos?. Se referían a hacer algo fuera de lo común, algo que llamase la atención, aunque no estuviera bien visto por la mayoría. Cuando esto decía uno, todos se apuntaban a la empresa que había propuesto. La noche anterior a la merienda que tenían programada para invitar a la cuadrilla de chicas, se preparaba todo lo necesario para que salieran contentas de la celebración.
Toda la cuadrilla, se reunía en alguna de las numerosas bodegas, todos comían las viandas que los mozos habían preparado con esmero; no faltaba el abundante vino para que todo el mundo saliera contento. La comida. en esta ocasión, consistió en chorizo de la matanza, queso y conejo guisado. Todo había sido preparado por la parte masculina. El guisado de conejo, que necesita un poco más de experiencia lo había elaborado alguno de esos que disfrutaban en la cocina y que algunos apodaban como "cocinillas".
Todos comieron y se relamieron y más de uno se pasó con el vino, cosa muy habitual. La chicas quedaron encantadas con el agasajo de sus amigos, quintos y compañeros.
Poco antes de levantarse de la mesa, ya alguno había pensado en el remate final de fiesta para sorprender a las mozas, por lo que después de unas miradas sospechosas entre ellos, uno empezó a decir: "Miau" "Miau", a lo que otros seguían con la misma actitud, y así otro y otro, hasta que todos al unísono comenzaron a imitar la voz de los mininos. Las mujeres que al principio no sabían de que iba la cosa, empezaron a sospechar y a mirarse unas a otras y a los pocos segundos se les empezó a poner mala cara y a ponerse pálidas. De repente empezaron a levantarse de la mesa y a sentirse indispuestas. Todas salieron fuera, al corral, pues no había servicio, y a más de una el estómago revuelto hizo que allí mismo echara lo que normalmente se dice como "la pota". Habían descubierto que les habían dado como se suele decir ..."gato por liebre" en esta ocasión gato por conejo. Los mozos habían hecho una faena a sus quintas...."una de mozos". En todos los pueblos de nuestro alrededor es frecuente que los jóvenes cazasen algún gato callejero por las noches para merendar al día siguiente, y a ellos no les importaba comerlo, porque estaban habituados. Dicen que la carne de gato es muy parecida a la del conejo, y serán muchos los que lo hayan comida varias veces, unos a sabiendas y otros sin saberlo. Yo personalmente no lo he comido, al menos a sabiendas. Después de los canticos tradicionales en estos casos. Ahora, el que quiera saber más, sobre el tema, que pregunte a los más mayores, como se puede distinguir, un gato de un conejo, me refiero cuando está ya cocinado, y sin cabeza por supuesto, que era lo habitual. Así nunca te darán gato por liebre a la hora de comer.
Otra anécdota para ilustrar estas meriendas es la que os voy a relatar.
En cierta ocasión, unos amigos organizaron una de esas meriendas, e invitaron a otros para que probasen unos chorizos que habían hecho hacía unas semanas. Estando en plena faena, es decir, en plena merienda, alguno de los asistentes, entre los que me encontraba, comentó que los chorizos no parecían que fueran de carne de cerdo, a lo que los anfitriones contestaron, que efectivamente no eran de cerdo, por lo que pensaron que sería de algún jabalí que habrían matado, pues era sabido que eran muy aficionados a la caza, e incluso algún invitado dijo que parecía efectivamente carne de jabalí y que estaban muy buenos; Uno de los mozos, que tenía fama de guasón, contestó al que había dicho que parecía de jabalí, siguiendo la afirmación y contestando que era macho, con lo cual todos comimos encantados, la sabrosa carne. Ciertamente que merendamos bien y que nadie nos engañó a la hora de probar el embutido, pues cuando nos dijo que era macho, tampoco mentía, pues la carne resultó ser de una caballería vieja que habían sacrificado para estos menesteres, porque ya no servía para el trabajo, con lo cual sería difícil su venta. Naturalmente que era macho; “vaya macho”. En este caso concreto no se engañó a nadie, sino que fuimos nosotros solos los que afirmamos y nos tragamos el engaño. Basta decir que la merienda nos sentó bien y nadie le hizo ascos, incluso sabiendo que "era macho". este chascarrillo no es inventado, al igual que el que he narrado al principio, si no que ocurrió verdaderamente en Vallelado.
Me gustaría para que no sea esto un monólogo, que alguien se animase a contar alguna de estas historias costumbristas, donde se socializaba y se unían lazos entre los amigos y vecinos. Hecha la propuesta, espero alguna respuesta.