jueves, 14 de julio de 2022

RECUERDOS DE MI INFANCIA

 

Ana Pascual Velázquez 

Soy una de esas vecinas de Vallelado que por azares del destino vivo en otra comunidad desde hace casi treinta años. Pero por suerte, aún tengo en el pueblo a mi familia y en él encuentro mi sitio siempre que tengo ocasión, o mejor dicho, vacaciones. Y como siempre que vuelvo al pueblo, lo hacen también mis recuerdos. Pregunto por las gentes que conocía, me entero de si han fallecido o ya viven en una residencia, de si sus descendientes han contribuido a aumentar la tasa de natalidad de éste u otro pueblo, de si se han vendido las casas que van quedando vacías y se llenan de moradores de otras latitudes, lo que va convirtiendo mi pueblo en cosmopolita. Pues bien, hoy quería hablaros de los recuerdos, y de uno muy concreto. Cuando yo era niña se estilaba ir a visitar a las personas mayores que no salían ya casi de casa. Recuerdo acompañar a mi abuela Narcisa a visita a la señora Trinidad, madre de la señora Elisa y de la recientemente fallecida María. Debía ser muy pequeña, porque el recuerdo es muy vago. Después pasábamos a ver a la señora Quintiliana, que era nuestra vecina de la calle Constantino Arranz, que murió centenaria. Cuando mi abuela se hizo mayor y ya no salía, eran innumerables las personas que pasaban por su comedor a hacerle compañía un rato, y de entre todas ellas quiero hoy destacar a una, que también fue fundamental en mi infancia, “la” Juliana. La Juliana vivía en el Barruelo con su hermano Serafín, en el mismo barrio en que yo vivía con mis padres y hermanos. Era una mujer simpática, con problemas visuales, llevaba unas gafas con cristales muy gruesos y era inconfundible por su forma de vestir, siempre llevaba faldas y chaquetas conjuntadas, o al menos eso es lo que yo recuerdo. El caso es que cuando yo era pequeña e iba al colegio, me gustaba estudiar y esperaba ansiosa a que llegara la noche para que nos visitara mi tío Fernando, que venía a menudo después de cenar a pasar un rato en casa de su hermana con sus sobrinos. He de decir que en su casa mi abuelo no quería tener televisión, así que venir a ver el “parte” era el otro motivo de su visita. Y algunos días venía nuestra vecina Juliana. Hoy ésto resultaría impensable, pues cada uno vive encerrado en su casa sin dejar entrar a nadie muy ocupado con sus cosas. Ambos venían en busca de compañía y nunca me extrañó su presencia en nuestra casa. Para mi era algo normal. Mi tío me preguntaba la lección, sobre todo de sociales o naturales y “la” Juliana asistía al interrogatorio para alabar lo mucho que había aprendido. Así uno y otro me animaban a seguir estudiando. Nunca antes me había parado a pensar en ello y en la importancia que en su momento los dos tuvieron para mi y por lo tanto tampoco se lo dije nunca. Por eso aprovecho esta ventana para reconocerles públicamente su ayuda y cariño durante esos años infantiles en que nos forjamos como personas y que hacen de nosotros lo que hoy somos. Gracias a los dos de corazón. Ana Pascual