miércoles, 17 de mayo de 2017

ACCIDENTE MORTAL EN EL TERRERO (Revista "La Villa" Nº 60)



Ángel Fraile de Pablo

Hace pocos días que se han cumplido 73 años de un desgraciado accidente que se produjo en Vallelado en el mes de octubre, y en el que falleció una niña con tan solo 13 años de edad. Por entonces, era muy pocos los vehículos existentes en Vallelado, y como pueden imaginarse los accidentes de automóviles no existían, porque casi no se conocían los coches,  pero esporádicamente se producían otro tipo de accidentes, y a veces con consecuencia de muerte, como es el caso que vamos a relatar. 
Corría el año 43 del pasado siglo XX.  No hacía mucho que  había terminado la guerra Civil española. La llamada posguerra también fue muy dura por la falta de recursos y alimentos, todo ello como consecuencia de dicha guerra. Fueron años de racionamiento y de estrecheces. Europa estaba inmersa en plena guerra mundial, pero España, con buen criterio se mantuvo al margen. No estábamos para más guerras después de haber sufrido una en propias carnes. La comida escaseaba y había que trabajar duro e ingeniárselas para ir sobreviviendo. Los niños también sufrieron esta escasez, pues en muchos casos, la necesidad hacía que tuvieran que trabajar para ayudar a sus familias. Muchos tuvieron que dejar de asistir a la escuela. No se podía elegir, pues era cuestión de prioridades.
Nuestro pueblo, había sobrepasado  en los años 40 los  1200 habitantes.  Las escuelas de arriba, estaban a punto de ser inauguradas para poder alojar a un gran número de niños que necesitaban una educación.  De repente,  los niños, a muy temprana edad, tenían que convertirse en adultos por necesidad, trabajando en el campo los varones, y las niñas echando una mano en casa para cuidar de sus hermanos menores y hacer las  faenas, "propias de su sexo", como antes se decía,   mientras las madres salían  a trabajaba al campo
Más que habitual, era que las familias tuvieran 3 o 4 hijos, a los que había que sacar adelante, con mucho trabajo y esfuerzo. Cuando ya cumplían 10 o 12 años, todos tenían que colaborar en las diversas tareas; las niñas iban  a por agua a la fuente, fregaban en casa; otras iban a servir, a casa de alguna familia pudiente, en el propio pueblo y a veces fuera,  lejos de sus familias, en casa de algún pariente que no tenía hijos. En muchos casos esto era un alivio para la propia familia, (salvando por supuesto el tema sentimental) al tener que salir de casa, pues era una boca menos que alimentar.  Ahora nos puede resultar extraño, pero entonces se convertía en una necesidad, aunque resultase muy duro para la familia y para el hijo o hija  que tenía que salir a ganarse la vida.
Cuando no existían los productos  químicos para la limpieza, en los hogares se utilizaban  productos más o menos caseros que se elaboraban en la propia casa, como el jabón, hecho con grasa animal , generalmente grasa de cerdo. Desde muy jóvenes,  iban al "terrero", un lugar especifico en busca de aquella arena fina, tan apreciada y útil, que mezclada con el jabón casero,  servía  para fregar por abrasión, los cacharros, cazuelas,  los muebles de madera, escaleras, suelos, etc.
Porfiria, su hermana Benjamina y Herminia, eran buenas amigas. Las tres estaban sirviendo en sendas casa del pueblo: Herminia en casa de la tía Aurea y el tío Demetrio de la Calle. Porfiria en casa de Félix y Eusebia de la Calle, y Benjamina en casa de D. Gregorio , el boticario 
En la tarde del 13  de marzo, miércoles, para más señas, salen las  tres amigas hasta el terrero, a unos 3 km de distancia del pueblo. El terrero se encontraba rayando el término de La Mata en el pago conocido como "Las peñas de Benavente", un conjunto de rocas calizas, que el paso de los siglo ha ido esculpiendo y transformando la dura roca en un paisaje con curiosas formas. En la parte inferior de este conjunto rocoso. y por el efecto erosivo del viento, se han ido depositando   unas finas  arenas muy útiles  para fregar por su efecto abrasivo. Las tres niñas, iban cantando, como correspondía a tres jóvenes, que tienen toda la vitalidad  y la ilusión de una vida por delante,  en pleno mes de octubre cuando ya las temperaturas veraniegas han empezado a dulcificarse. Desde la misma salida del pueblo, llegando a La Vega se encontraron con tres labradores que caminaban  en la misma dirección. Cada uno  en su caballería: El tío Sinforiano, Venancio Muñoz y José Aranda. Las niñas iban a lomos de dos burros, que les habían dejado sus amas, la Tía Aurea y la tía Eusebia. Benjamina iba en uno y Herminia y Porfiria a lomos de otro;  No dejaron de cantar hasta llegar al corte del propio terrero en la falda de las peñas.
Aunque había algún terrero más, dentro del término de Vallelado, y mucho más cercano, la calidad de la arena no tenían parangón con la que salía en las Peñas de Benavente, merecía la pena llegarse hasta allí. No era la primera vez que lo habían hecho.
Por fin llegaron al corte y empezaron a extraer la fina arena. Herminia se quedó en un primer momento cuidando de los dos burros a unos metros de la pared del terrero, mientras Benjamina y Porfiria sacaban la arena y la depositaban en unas grandes alforjas. El terrero tenía cierta altura, y la arena de mejor calidad aparecía en la parte inferior de este.

Al ir escavando, la pared se fue debilitando, sin que en ningún momento las niñas fueran conscientes de ello. De repente, la pared de tierra, se vino abajo sin que les diera tiempo para escapar, cubriéndolas  de tierra. Las tres quedaron sepultadas. Los dos burros, salieron corriendo ante tal estruendo
Herminia que se encontraba con los burros  poco más retirada de la pared, fue la que recibió la peor parte y quedó completamente enterrada. Benjamina tuvo más suerte porque quedó con la cabeza al descubierto y poco a poco y con esfuerzo, pudo liberarse de la tierra, y ayudando a su hermana Porfiria que había quedado sepultada y estaba pidiendo auxilio,  pudiendo destaparla con mucho esfuerzo, y logrando salir  ilesa. En cambio  Herminia,  quedó cubierta de una gran cantidad de tierra, y al estar un poco retirada de sus dos amigas, estas no sabían el lugar exacto donde estaba. Oían su voz pidiendo auxilio, pero no lograban localizarla por la gran cantidad de tierra que había. Podemos comprender el nerviosismo de Porfiria y Benjamina. Las dos niñas comenzaron a gritar y pedir auxilio.. Porfiria y Benjamina empezaron a gritar para que les auxiliasen los tres labradores que habían ido por el camino con ellas, y que no se encontraban lejos: Gritaban "Auxilio las del terrero", "Auxilio las del terrero" una y otra vez. Ellos, en un principio no entendían lo que las niñas gritaban y pensaban que estaban cantando, y decían:  mira como se lo pasan esas chicas. A fuerza de insistir las dos niñas, los labradores se dieron cuenta que algo pasaba por lo que decidieron ir corriendo hasta ellas, encontrándose con todo el desolador panorama . Empezaron a apartar tierra como podían, pero lo lograban localizar a Herminia, porque no sabían el lugar exacto donde se encontraba.  El tío Sinforiano se puso en camino hacia el pueblo para pedir ayuda. 
Los padres y los hermanos de Herminia junto con todo el pueblo, reciben la triste noticia, y Daniel, su padre, se pone en camino, corriendo  hacía el Terrero.  Por entonces no había prácticamente vehículos, por lo que fue  andando y corriendo en dirección al terrero por los caminos. Jesús Aranda que se encontraba trabajando en el campo le prestó su propio burro para que pudiera llegar antes. 
Todo el pueblo se conmovió con la fatal noticia. Muchos fueron corriendo hasta el lugar del accidente, que no estaba cerca precisamente, pues se encuentra a unos 3 km del caso urbano de Vallelado. Tardaron tiempo hasta que localizaron a la pobre Herminia que ya había fallecido como consecuencia de la compresión de la tierra que la sepultó y de la falta de oxígeno.
Esa misma tarde del fatal 13 de octubre se daba sepultura a Mariano Herrera Gómez, que  hasta entonces había sido alguacil de Vallelado. 
Desde el lugar del accidente, al caer la tarde, el cuerpo de la joven Herminia fue trasladado en carro, cubierto con una manta,  por  Bernardo Muñoz, tío de la finada. Bernardo, junto con su mujer y un hijo, estaban cerca, en el pago de "La Cuadra", sacando patatas.  Al llegar al pueblo la gente con gesto serio podían ver los pies de Herminia que se movían al traqueteo del carro de llantas. Hasta los niños pudieron divisar la terrible estampa, y todavía alguno lo recuerda. Esta fuerte impresión quedó marcada en las retinas de grandes y chicos para siempre.
Herminia, recibió sepultura el 14 de octubre, al día siguiente del mortal accidente.
Mi sincero agradecimiento a Heliodoro, hermano de Herminia y a Porfiria, que como testigo directo, ha tenido la valentía de relatarme este desgraciado suceso, y que sufrió en primera persona, para que todos pudiéramos conocer la fatal noticia que dejó paralizada y triste a la familia de Herminia y a todo el pueblo de Vallelado y que hoy después de 73 de los hechos, al recordarlo, todavía se nos encoje el corazón.