PANADERÍA
SANTAS
Ángel Fraile de Pablo
Son muchos y variados, los artículos que hemos tratado en esta sección, dedicada a Vallelado, todos ellos relacionados con la vida y la historia de nuestro pueblo. Ahora le ha tocado el turno al Pan; ese alimento básico que tiene ya muchos siglos de historia y que todos relacionamos con el sustento de cada día, pero que cuando ha faltado o escaseado, ha generado hambre y epidemias.
El pan es considerado como el alimento básico por antonomasia, . Todas los pueblos y culturas conocen este alimento desde hace miles de años. La elaboración de pan a partir de cereales, aunque fuera de forma distinta o más tosca como ahora lo conocemos, data de unos 8000 años A. C.
Si nos fijamos en el sabio refranero, o en expresiones y coletillas que usamos diariamente, comprobamos que la palabra "pan" la utilizamos para describir un gran número de situaciones de forma directa o figurada..."Al pan pan y al vino vino". "No solo de pan vive el hombre" . "Con pan y vino se anda el camino". "Al hambre no hay pan duro". "Échame pan y llámame perro". "Ganarse el pan". "El pan de mis hijos" ."Él pan nuestro de cada día". "A falta de pan, buenas son tortas", "Ganarás el pan con el sudor de tu frente" "Quien echa pan a perro ajeno, pierde pan y pierde perro"..., y así podíamos seguir con un sinfín de expresiones, que hacen gala de la importancia de este rico alimento. Usamos la palabra pan en sentido figurado, como sinónimo de "Sustento"
Incluso, antiguamente, al producto básico para hacer el pan que es el trigo, se denominaba pan, haciéndose extensivo a cualquier tipo de cereales, como podía ser la cebada, el centeno, etc., con los que en épocas de crisis y hambrunas también se usaban para elaborar el pan..."Llegado el verano se siegan los panes". Cuando la alimentación de los hogares era de tipo doméstico, es decir que estaba basada en los productos que se cultivaban y en los animales que se criaban, el pan se cocía en las propias viviendas regularmente, y se conservaba durante diez o quince días hasta la siguiente hornada. En épocas antiguas, los molinos harineros eran numerosos, y durante muchas horas movían sus muelas para producir la harina necesaria para sus vecinos, y aunque otros alimentos escasearan por la dificultad de los tiempos, habiendo pan se mitigaba este problema. Estos molinos eran puntos estratégicos que cumplían un función básica y por ello estaban regulados por leyes y protegidos por las autoridades de la época. Es verdad que en tiempos de crisis se cocía pan de cebada, o de centeno, de peor calidad por escasear el trigo. Cerca de Vallelado estaban los molinos de "Minguela" y el molino "El Pino" ambos movidos por las aguas del río Cega.
La última panadería que ha elaborado y vendido este producto en Vallelado, era la de Antonio García, conocida como "Panadería Santas", su madre. Dejó de hacer pan hace ya unos 20 años.
Fue el padre de Antonio, Felipe García Muñoz, el que había seguido la tradición familiar y que a su vez había recibido el oficio de sus progenitores Mariano García y Eustaquia Muñoz. Felipe era el único hijo varón y trabajando con su padre aprendió a hacer el pan. Mariano, tuvo la desgracia de nacer en la segunda mitad del siglo XIX por lo cual le tocó viajar a cuba para tomar parte en la guerra que mantenía España con los independentistas cubanos a finales del siglo XIX. Acabada la "Guerra de Cuba", regresó sano y salvo a su pueblo natal, junto con algún vecino más, y desde entonces todos le apodaron como Mariano "El Habanero" Recién venido de Cuba, se instala como panadero, ya que no disponía apenas de terreno para labrar.
El oficio de panadero requería mucho sacrificio, pues toda la elaboración y preparación de la masa era de tipo manual. Mucho antes del amanecer tenía que estar ya en el tajo para preparar la masa que tenía que fermentar con la levadura antes de meterlo en el horno. Era preciso antes de todo, cargar el carro con pesadas sacas de trigo e ir a moler el grano a algún molino cercano como el Molino del Pino, Minguela, o al Molino del Valle en San miguel de Arroyo. En aquellos años, en una economía rural, el pan no se pagaba al contado, sino que generalmente se adquiría a cambio de una cantidad determinada de trigo. Cada labrador daba una cantidad de trigo al panadero, cuando recogía la cosecha, a cambio de tener pan para todo el año. Ahora comprendemos como los años de malas cosechas, se pasara verdaderamente hambre y necesidad.
Desde muy pequeño, Felipe, como se suele decir, mamó el oficio de panadero. Cuando su padre, por su avanzada edad, ya no puede seguir bregando y amasando, él toma las riendas del horno y de la panadería.
A principios de siglo XX se empieza a instalar la electricidad en multitud de pueblos y las viejas maquinarias de los molinos, movidas por los saltos de agua de ríos y arroyos, se transforman en fabricas de producción eléctrica, instalando a su vez molinos eléctricos . En Cuéllar, concretamente Modesto Fraile, que era natural de Vallelado, monta una fabrica con molino eléctrico en la iglesia de Santo Tomé. Felipe lleva el trigo a moler a esta fábrica. Por entonces, todo el proceso de amasado se hacía manualmente en una artesa de madera, pudiendo imaginar el esfuerzo que esto suponía. Una de las hijas de Felipe, Librada, recuerda cuando era niña, como para refinar la masa, esta se tenía que pasar por unos grandes rodillos metálicos varias veces. La maquinaria estaba movida por una caballería que enganchada a un largo brazo, movía un engranaje haciendo girar dos cilindros, a base de dar vueltas como si de una noria se tratase.
Felipe, contrae matrimonio con Santas Cerezo, natural de Torregutiérrez. En el año 1945 fallece Felipe y Santas, su viuda, junto con sus hijos deciden continuar la panadería. Había que hacer mucho pan para mantener una familia numerosa formada por 9 hijos: Liberio, Librada, Justino, Benilde, Antonio, Santas, Angelines, Julia y Felipe, algunos de ellos de corta edad, pero deciden hacerse cargo del negocio. En La Rinconada de los Soportales (hoy Plaza de Modesto Fraile) siguió viviendo la familia García Cerezo y allí cocían y despacharon el pan hasta su definitivo cierre. Al final es Antonio es el que se queda en Vallelado para continuar con la panadería.
El combustible para alimentar el horno, era a base de leña, generalmente leña floja, las mas de las veces restos de cortas compuesto por chistos y ramas finas de los pinos, así como la "ramera", de los mismos.
Los años de la guerra civil, y sobre todo la posguerra, fueron años muy difíciles, pues escaseaba el trigo, estando este racionado. Llegaron a cocer pan de maíz, un pan de peor calidad y según nos comenta Librada muy difícil de trabajar la masa por lo que la elaboración era mucho más costosa que la harina de trigo.
Además de esta panadería al público, existieron otras panaderías como la que tuvo el tío Pedrín. También Antonio Pascual en la calle La Fragua, que posteriormente heredaron Ángel González y Felipa.
En los últimos años de siglo XX la única panadería o tahona era la de Antonio y su hermana Julia. Siempre han hecho el pan en horno de leña y tenía tal aceptación que había personas que se desplazaban desde los pueblos cercanos exclusivamente a comprar el pan en la panadería "Santas", que siempre ha sido conocida así, al menos en los últimos años. Eran muy aceptadas las hogazas, los panes y sobre todo las barras. De Cuellar venía uno que le apodaban "Gordito" que llevaba varias barras y panes para las personas que se lo encargaban. Mucha gente de los pueblos aledaños, que conocía este pan, paraban cuando viajaban a Iscar o Cuéllar, o venían expresamente a por el pan.
Aunque en menor cantidad, sobre todo en ciertas épocas del año, como Semana Santa, Carnavales, aprovechaban el calor del horno cuando sacaban el pan, para hacer distintos tipos de dulces, como bollos de azúcar, rosquillas de palo, rosquillas bañadas o ciegas, pastas de almendras, magdalenas ,etc
En el año 1995, a punto de llegar Antonio García a la edad de su jubilación, deja el negocio.
Aunque en los años difíciles de la posguerra, el pan se hacía mediante el trueque con el trigo de los distintas casas de labradores, posteriormente, en la segunda mitad del siglo XX, el método de venta era a través de marcar cada pieza que la familia se llevaba en unas tarjas de madera de unos 35 cm de largo y de formas triangular. Cada vez que se despachaba un pan, este se marcaba con una muesca en una de las aristas de estas tarjas; tarja que tenía cada vecino con su nombre marcado. Cando la traja estaba llena de marcas había que pagar lo correspondiente, y le era entregada otra nueva, nuevamente personalizada con el nombre. Por supuesto que Santas o sus hijos llevaban cuenta de a quien entregaban la tarja, junto con la fecha de entrega. Un método muy práctico estas tarjas, que salvo casos puntuales de picaresca, funcionaba casi a la perfección.
En Vallelado además de estas panaderías al público existían multitud de familias que tenían su horno propio, generalmente dentro de casa, y en el cual fabricaban su propio pan para 10 o 20 días. Muchas de estas casas tenían en el corral su propio cocedero, e incluso algunos un horno en la propia cocina. Aún recuerdo a mi madre, María, que madrugaba para hacer el pan en el horno que teníamos en la propia cocina, cosa que agradecíamos en el invierno. Las grandes hogazas que cocía eran guardadas en un baúl de madera, conservándose en perfectas condiciones durante 15 días. El pan recién hecho era un manjar que nos gustaba a los niños, pero que no nos dejaban comer, diciéndonos que era malo comer el pan caliente. No sé si era verdad o más bien no querían que nos lo comiésemos, pues cuanto mejor está el pan...más se come....y antes se acaba. ¡¡ Qué tiempos aquellos ¡¡
De lo que ha supuesto para la humanidad este producto nos lo deja claro de nuevo el sabio refranero: "Ni mesa sin pan, ni moza sin galán".
Como testimonio de estos antiguos hornos para cocer el pan, quedan en Vallelado algunos, que se siguen utilizando, no para hacer pan, sino ricos dulces caseros en ciertas épocas del año.
Son muchos y variados, los artículos que hemos tratado en esta sección, dedicada a Vallelado, todos ellos relacionados con la vida y la historia de nuestro pueblo. Ahora le ha tocado el turno al Pan; ese alimento básico que tiene ya muchos siglos de historia y que todos relacionamos con el sustento de cada día, pero que cuando ha faltado o escaseado, ha generado hambre y epidemias.
El pan es considerado como el alimento básico por antonomasia, . Todas los pueblos y culturas conocen este alimento desde hace miles de años. La elaboración de pan a partir de cereales, aunque fuera de forma distinta o más tosca como ahora lo conocemos, data de unos 8000 años A. C.
Si nos fijamos en el sabio refranero, o en expresiones y coletillas que usamos diariamente, comprobamos que la palabra "pan" la utilizamos para describir un gran número de situaciones de forma directa o figurada..."Al pan pan y al vino vino". "No solo de pan vive el hombre" . "Con pan y vino se anda el camino". "Al hambre no hay pan duro". "Échame pan y llámame perro". "Ganarse el pan". "El pan de mis hijos" ."Él pan nuestro de cada día". "A falta de pan, buenas son tortas", "Ganarás el pan con el sudor de tu frente" "Quien echa pan a perro ajeno, pierde pan y pierde perro"..., y así podíamos seguir con un sinfín de expresiones, que hacen gala de la importancia de este rico alimento. Usamos la palabra pan en sentido figurado, como sinónimo de "Sustento"
Incluso, antiguamente, al producto básico para hacer el pan que es el trigo, se denominaba pan, haciéndose extensivo a cualquier tipo de cereales, como podía ser la cebada, el centeno, etc., con los que en épocas de crisis y hambrunas también se usaban para elaborar el pan..."Llegado el verano se siegan los panes". Cuando la alimentación de los hogares era de tipo doméstico, es decir que estaba basada en los productos que se cultivaban y en los animales que se criaban, el pan se cocía en las propias viviendas regularmente, y se conservaba durante diez o quince días hasta la siguiente hornada. En épocas antiguas, los molinos harineros eran numerosos, y durante muchas horas movían sus muelas para producir la harina necesaria para sus vecinos, y aunque otros alimentos escasearan por la dificultad de los tiempos, habiendo pan se mitigaba este problema. Estos molinos eran puntos estratégicos que cumplían un función básica y por ello estaban regulados por leyes y protegidos por las autoridades de la época. Es verdad que en tiempos de crisis se cocía pan de cebada, o de centeno, de peor calidad por escasear el trigo. Cerca de Vallelado estaban los molinos de "Minguela" y el molino "El Pino" ambos movidos por las aguas del río Cega.
Reproducción antiguas tarjas
La última panadería que ha elaborado y vendido este producto en Vallelado, era la de Antonio García, conocida como "Panadería Santas", su madre. Dejó de hacer pan hace ya unos 20 años.
Fue el padre de Antonio, Felipe García Muñoz, el que había seguido la tradición familiar y que a su vez había recibido el oficio de sus progenitores Mariano García y Eustaquia Muñoz. Felipe era el único hijo varón y trabajando con su padre aprendió a hacer el pan. Mariano, tuvo la desgracia de nacer en la segunda mitad del siglo XIX por lo cual le tocó viajar a cuba para tomar parte en la guerra que mantenía España con los independentistas cubanos a finales del siglo XIX. Acabada la "Guerra de Cuba", regresó sano y salvo a su pueblo natal, junto con algún vecino más, y desde entonces todos le apodaron como Mariano "El Habanero" Recién venido de Cuba, se instala como panadero, ya que no disponía apenas de terreno para labrar.
El oficio de panadero requería mucho sacrificio, pues toda la elaboración y preparación de la masa era de tipo manual. Mucho antes del amanecer tenía que estar ya en el tajo para preparar la masa que tenía que fermentar con la levadura antes de meterlo en el horno. Era preciso antes de todo, cargar el carro con pesadas sacas de trigo e ir a moler el grano a algún molino cercano como el Molino del Pino, Minguela, o al Molino del Valle en San miguel de Arroyo. En aquellos años, en una economía rural, el pan no se pagaba al contado, sino que generalmente se adquiría a cambio de una cantidad determinada de trigo. Cada labrador daba una cantidad de trigo al panadero, cuando recogía la cosecha, a cambio de tener pan para todo el año. Ahora comprendemos como los años de malas cosechas, se pasara verdaderamente hambre y necesidad.
Desde muy pequeño, Felipe, como se suele decir, mamó el oficio de panadero. Cuando su padre, por su avanzada edad, ya no puede seguir bregando y amasando, él toma las riendas del horno y de la panadería.
A principios de siglo XX se empieza a instalar la electricidad en multitud de pueblos y las viejas maquinarias de los molinos, movidas por los saltos de agua de ríos y arroyos, se transforman en fabricas de producción eléctrica, instalando a su vez molinos eléctricos . En Cuéllar, concretamente Modesto Fraile, que era natural de Vallelado, monta una fabrica con molino eléctrico en la iglesia de Santo Tomé. Felipe lleva el trigo a moler a esta fábrica. Por entonces, todo el proceso de amasado se hacía manualmente en una artesa de madera, pudiendo imaginar el esfuerzo que esto suponía. Una de las hijas de Felipe, Librada, recuerda cuando era niña, como para refinar la masa, esta se tenía que pasar por unos grandes rodillos metálicos varias veces. La maquinaria estaba movida por una caballería que enganchada a un largo brazo, movía un engranaje haciendo girar dos cilindros, a base de dar vueltas como si de una noria se tratase.
Felipe, contrae matrimonio con Santas Cerezo, natural de Torregutiérrez. En el año 1945 fallece Felipe y Santas, su viuda, junto con sus hijos deciden continuar la panadería. Había que hacer mucho pan para mantener una familia numerosa formada por 9 hijos: Liberio, Librada, Justino, Benilde, Antonio, Santas, Angelines, Julia y Felipe, algunos de ellos de corta edad, pero deciden hacerse cargo del negocio. En La Rinconada de los Soportales (hoy Plaza de Modesto Fraile) siguió viviendo la familia García Cerezo y allí cocían y despacharon el pan hasta su definitivo cierre. Al final es Antonio es el que se queda en Vallelado para continuar con la panadería.
El combustible para alimentar el horno, era a base de leña, generalmente leña floja, las mas de las veces restos de cortas compuesto por chistos y ramas finas de los pinos, así como la "ramera", de los mismos.
Los años de la guerra civil, y sobre todo la posguerra, fueron años muy difíciles, pues escaseaba el trigo, estando este racionado. Llegaron a cocer pan de maíz, un pan de peor calidad y según nos comenta Librada muy difícil de trabajar la masa por lo que la elaboración era mucho más costosa que la harina de trigo.
Además de esta panadería al público, existieron otras panaderías como la que tuvo el tío Pedrín. También Antonio Pascual en la calle La Fragua, que posteriormente heredaron Ángel González y Felipa.
En los últimos años de siglo XX la única panadería o tahona era la de Antonio y su hermana Julia. Siempre han hecho el pan en horno de leña y tenía tal aceptación que había personas que se desplazaban desde los pueblos cercanos exclusivamente a comprar el pan en la panadería "Santas", que siempre ha sido conocida así, al menos en los últimos años. Eran muy aceptadas las hogazas, los panes y sobre todo las barras. De Cuellar venía uno que le apodaban "Gordito" que llevaba varias barras y panes para las personas que se lo encargaban. Mucha gente de los pueblos aledaños, que conocía este pan, paraban cuando viajaban a Iscar o Cuéllar, o venían expresamente a por el pan.
Aunque en menor cantidad, sobre todo en ciertas épocas del año, como Semana Santa, Carnavales, aprovechaban el calor del horno cuando sacaban el pan, para hacer distintos tipos de dulces, como bollos de azúcar, rosquillas de palo, rosquillas bañadas o ciegas, pastas de almendras, magdalenas ,etc
En el año 1995, a punto de llegar Antonio García a la edad de su jubilación, deja el negocio.
Aunque en los años difíciles de la posguerra, el pan se hacía mediante el trueque con el trigo de los distintas casas de labradores, posteriormente, en la segunda mitad del siglo XX, el método de venta era a través de marcar cada pieza que la familia se llevaba en unas tarjas de madera de unos 35 cm de largo y de formas triangular. Cada vez que se despachaba un pan, este se marcaba con una muesca en una de las aristas de estas tarjas; tarja que tenía cada vecino con su nombre marcado. Cando la traja estaba llena de marcas había que pagar lo correspondiente, y le era entregada otra nueva, nuevamente personalizada con el nombre. Por supuesto que Santas o sus hijos llevaban cuenta de a quien entregaban la tarja, junto con la fecha de entrega. Un método muy práctico estas tarjas, que salvo casos puntuales de picaresca, funcionaba casi a la perfección.
En Vallelado además de estas panaderías al público existían multitud de familias que tenían su horno propio, generalmente dentro de casa, y en el cual fabricaban su propio pan para 10 o 20 días. Muchas de estas casas tenían en el corral su propio cocedero, e incluso algunos un horno en la propia cocina. Aún recuerdo a mi madre, María, que madrugaba para hacer el pan en el horno que teníamos en la propia cocina, cosa que agradecíamos en el invierno. Las grandes hogazas que cocía eran guardadas en un baúl de madera, conservándose en perfectas condiciones durante 15 días. El pan recién hecho era un manjar que nos gustaba a los niños, pero que no nos dejaban comer, diciéndonos que era malo comer el pan caliente. No sé si era verdad o más bien no querían que nos lo comiésemos, pues cuanto mejor está el pan...más se come....y antes se acaba. ¡¡ Qué tiempos aquellos ¡¡
De lo que ha supuesto para la humanidad este producto nos lo deja claro de nuevo el sabio refranero: "Ni mesa sin pan, ni moza sin galán".
Como testimonio de estos antiguos hornos para cocer el pan, quedan en Vallelado algunos, que se siguen utilizando, no para hacer pan, sino ricos dulces caseros en ciertas épocas del año.