Ángel Fraile
Estamos en pleno otoño. Es tiempo de sembrar el ajo. Ya dice el refrán: "Ajo. ¿Por qué fuiste ruin?. Porque no me sembraste por San Martín. La festividad de este santo francés, se celebra el 11 de noviembre y es cuando se empiezan a sembrar los ajos. Antes todo el proceso era manual y toda la familia, hasta los más pequeños, colaboraban a la hora de desgranar las cabezas de ajo para sacar los dientes que luego se sembrarían. Esto se hacía generalmente de noche en la propia casa. Ahora modernas máquinas hacen esta función. El ajo sembrado aguanta bien el frío y no se hiela, aunque se siembre pronto. El diente tiene que echar raíces y clavarse bien en el terreno, antes de salir a la luz, y este proceso se realiza en los meses de frío.
llegado el mes de marzo ya le salen las hojas, o el cuello como se dice. Hace años, las tierras que el año anterior habían estado sembradas de ajos daban un rico fruto que es muy popular y sabroso; son los llamados "ajos siemprevivos". Las cabezas de ajo que habían quedado en la tierra, brotaban de nuevo, y estos tiernos ajos se recolectaban para el consumo recibiendo el nombre de "siemprevivos". En las ciudades les conocen más finamente como "ajos tiernos". De cualquier manera es un plato muy típico y sabroso en Vallelado. Se suele comer en tortilla, o revuelto con huevo.
El desperdicio o el estrío del ajo de siembra en surcos profundos en estos meses de noviembre y diciembre con el propósito que en la primavera se recojan para degustar y cocinar como hemos dicho. Al estar profundos, tarda más tiempo en salir a la luz, formándose un cuello tierno y largo de color blanco o amarillento.. Aquí tenemos a Félix sembrando ajos siemprevivos. Cuando llegue la primavera les degustaremos.