ANÉCDOTAS
Y CHASCARRILLOS, LA SALSA DE CADA DÍA
(Revista "La Villa" Nª 53 - Agosto 2014)
Ángel
Fraile de Pablo
En el año 1869 ya
definía el diccionario
"Chascarrillo" como :"anécdota
ligera y picante, cuentecillo más o menos agudo y malicioso, con que se anima
la conversación entre personas de buen humor".
Verdaderamente una
definición bastante acertada, y haciendo
honor a ella vamos a relatar alguna de estas para que pasen un buen rato todas aquellas personas que dispongan de este
buen humor, tan necesario para vivir, incluso más en esta época, que todos hemos
definido como de crisis, y que por mucho que la nombremos no vamos a salir de
ella simplemente por mentarla y por sacar a flote nuestro mal humor.
La mayoría de estas
anécdotas y chascarrillos que conocemos, han surgido, en los trabajos y quehaceres diarios, en momentos insospechados,
y casi siempre, por sorpresa. Estas historietas
se han ido trasmitiendo de generación en generación, de boca en boca, con el
riesgo de lo que esto supone en honor a
la verdad con el paso de los años.
Todos estos dichos,
surgen de algún acontecimiento que por
casualidad o coincidencia, ha tenido un final divertido o imprevisto, aunque
quizás no para el protagonista. Se necesita para ello que algún buen relator,
con buen humor, a veces no con la mejor intención, ponga un poco de salsa picante
en ello. Por supuesto es sacado a colación siempre que la ocasión lo requiere y en el marco adecuado, para entretener a
todos los que lo quieran escuchar.
Es verdad que nos reímos
de los defectos de los demás, y que al contrario, si esos defectos son propios,
no nos hacen la misma gracia y nos resulta incómodo escucharlos. ¿Quien no ha oído
contar chistes y anécdotas de cojos, sordos, ciegos, lisiados, viudos, solterones....?
DURA
DE OIDO
Cuentan en Vallelado,
de una moza soltera, que era pretendida
por un joven. El tal muchacho hacía poco tiempo que se relacionaba con ella y por
supuesto no sabía que le faltaba el oído. Todos conocemos lo desconfiados que
son las personas padecen este mal.
Siempre se ha dicho,
que..."el amor es ciego", y
en el caso que nos ocupa, diríamos que también sordo. De antiguo vienen la
expresión, "Siempre ha habido un roto para un descosido"
y así se sigue demostrando en muchas ocasiones.
En aquellos años, (ya ha llovido desde
entonces), era costumbre en Vallelado y en todos los pueblos, que sobre todo
las mujeres, en el buen tiempo, pasasen muchas horas sentadas a la puerta de
casa en compañía de otras vecinas, cosiendo, remendando alguna prenda, cogiendo puntos a las medias, y charlando de la actualidad, o
sacando punta, a más de una historia, a falta de otros medios de información
que ahora son resultan tan habituales.
Coincidió que el
pretendiente aludido, pasó por la
puerta, de su amada, seguramente que no
por casualidad, y dirigiéndose a ella, tratando de entrar en conversación, le preguntó la
hora, para quedar bien: ¿Qué
hora es?. La mujer, tratando de disimular su defecto, pues no había oído la
pregunta, quiso contestar lo más acertadamente posible, imaginando la pregunta
que le hacía su pretendiente, a lo que contestó: "Haciendo media". El novio sorprendido, no pudo por menos
que enfadarse ante tan desacertada respuesta, contestando con malas formas ..."que media ni mierda", a lo
cual ella respondió con toda naturalidad..."Para
mi madre".
No conocemos a ciencia
cierta los detalles del desenlace final
de esta pareja, después de tan bochornoso encuentro, pero sí que sabemos que la
buena moza quedó soltera, y para vestir santos como se decía entonces. Una
situación alegre, que en principio era un encuentro entre dos personas enamoradas, se convirtió
en una pesadilla, en este caso para el novio.
En estos tiempos actuales, los audífonos hubieran
servido para solucionar o disimular este problema, con el único inconveniente económico, que
para los años a los que nos referimos sería un problema más bien gordo, porque
no había posibilidades. Bien es verdad que tampoco había audífonos, ni por supuesto dinero para adquirirlos, en la
mayoría de los casos.
Cuantas veces de una
situación agradable, por un pequeño contratiempo, esta da la vuelta y se convierte en una mala
experiencia.
UNA
CABEZA CONFUSA
En todas las familias, siempre hay individuos
dicharacheros que tienen mejor humor, y siempre son los que en las reuniones
animan el ambiente con sus chistes, chascarrillos y anécdotas.
Este
mensaje que voy a relatar, lo recibió mi padre, Benito , en una comunicación
por carta como era costumbre, que le
enviaba su primo Antonio.
Hace
años, cuando las telecomunicaciones no estaban tan desarrolladas como ahora,
era habitual escribir y recibir cartas de los familiares que se encontraban o
vivían en diversos lugares alejados de nuestra residencia habitual. Recibíamos
con entusiasmo las noticias detalladas de nuestros seres queridos, generalmente
por carta y con bastante retraso, pero las prisas no nos importaban. Ahora todo
lo hacemos contra el reloj. Las noticias se dan por teléfono, porque llegan
rápidamente, pero la imaginación se nos atrofia, y ya casi hasta se nos ha
olvidado escribir, porque las únicas cartas que recibimos son las del banco, que
generalmente son para darnos malas noticias, así como grandes panfletos de
propaganda con vistosos y llamativos colores para que compremos toda clase de
cachivaches que luego no nos sirven para nada y si acaso para ocupar los
reducidos espacios en los que vivimos, en las minúsculas viviendas; que le
vamos a hacer.
Un
servidor, añora, en cierto modo, alguna de aquellas buenas costumbres de
cartearse con familiares y amigos.
En
cierta ocasión nos escribía este familiar, que estaba destinado como
funcionario en uno de los países del norte de África, que por entonces era una
colonia de España. Gustábamos recibir noticias de aquellos países en los que se
vivía de forma más austera que en el propio y que nosotros pensábamos,
atrasados, que tenían una forma de vida muy diferente a la nuestra. Cuando nos
contaba alguna trifulca o anécdota nos quedábamos anonadados, por pequeña que
ésta fuera y nuestra imaginación vagaba por las nubes.
En
cierta ocasión, nos relataba que en la ciudad donde vivía, estando un día paseando por las cercanías del cementerio, de
repente se sorprendió y quedó perplejo al toparse con una cabeza con dientes y barbas junto a la tapia de dicho
cementerio; prosiguió contándonos sus quehaceres diarios en una larga y tendida
carta y con la sana intención de despertar el bonito sentido, ya nombrado, de la
imaginación, que todos tenemos y que, por cierto, cada vez utilizamos menos. Al
final de la misiva después de darnos detalles
de otras cosas que nos contaba de su vida en aquella ciudad, y con
el corazón encogido por el triste final de aquel que había dejado allí
parte de sus huesos. Pensando en la preocupación y pesar que tendríamos nos venía
a tranquilizar diciéndonos...: "Bueno,
en cuanto a lo que os dije de la cabeza que me encontré, no os preocupéis
demasiado, que al final se trataba de una cabeza de ajos".
Todos
nos quedamos más tranquilos con la aclaración. Siempre en todas las misivas que
nos enviaba, había algún toque de buen humor, y de verdad que se lo
agradecíamos a nuestro primo Antonio. Dice un viejo refrán que ..."al mal tiempo, buena cara",
y aunque a veces es difícil ser fiel a esta misiva, es muy necesario para
ayudar a superar las dificultades con que nos topamos a lo largo de la vida.