APODOS Y MOTES,
UN INSTRUMENTO DE RECONOCIMIENTO MUY ÚTIL
(Publicado en el último Nº de "La Villa")
Siempre es un tema controvertido hablar de apodos y motes, una costumbre muy arraigada en nuestros pueblos, pero con una gran utilidad, a pesar de ciertos inconvenientes, que no es necesario que detalle, porque están en la mente de todos.
El apodo, mote, sobrenombre o alias tiene un significado similar, pero con diferencia en los detalles y el contexto donde se use. El apodo o mote no deja de ser un truco que utilizamos para distinguir a una persona de otra, cuando con el simple nombre no es suficiente, por ser este muy común o porque se repita frecuentemente. Desde hace ya muchos siglos se usan los apodos para diferenciar a unos de otros, cuando por los nombres propios se repetían porque todos querían que se perpetuasen los nombres de padres y abuelos. Hace 100 años, eran muy pocos los que sabían leer, y menos escribir, por lo que no se usaban en el día a día los apellidos. La repetición de un mismo nombre dentro de una misma familia, hacía muy difícil saber de quien estábamos hablando. Se daba el caso de que llegaban a llamarse igual el abuelo, el padre y el hijo, e incluso el bisabuelo; podemos comprender lo complicado a la hora entender de quien hablábamos.
En muchos escritos y documentos antiguos, cuando se nombraba a las personas, se les ponía un sobrenombre como aclaración. Si hablábamos de un Juan, solía llevar una coletilla o sobrenombre: "el Viejo" , "el Joven", "el Mayor", "el Menor", para saber concretamente si nos referíamos al padre al hijo o al abuelo. Desde entonces se ha seguido utilizando con más o menos motivo, pero esto no deja de ser una buena forma de salir del paso ante estas complicadas situaciones, incluso en pleno siglo XXI .
La palabra "apodo" a diferencia de "mote", a mi me parece que tiene un significado más benévolo, aunque en el diccionario nos de la sensación contraria: "Nombre que suele darse a una persona, tomado de sus defectos corporales". Sin embargo en la definición de "mote", el diccionario no quiere complicarse y da una definición un tanto evasiva: "Sobrenombre que se da a una persona por una cualidad o condición suya". En ambos casos la consecuencia es la misma, la diferencia son los matices. Me da la sensación que el "Mote" se usa más como un insulto, a diferencia de "Apodo".
Se sigue heredando en los pueblos, el Apodo, que va pasando de padres a hijos como cualquier bien. No es algo tangible al lo que podamos renunciar, pues nos viene impuesto y dado por los demás, y en seste sentido poco podemos hacer para deshacernos de él, al margen de que nos guste más o menos. Es verdad que para algunos, lejos de ser un insulto, llevar un determinado apodo no deja de ser un orgullo.
Los apodos más comunes simplemente provienen de algún antepasado nuestro que tenía un oficio o dedicación determinado. Estos, en general, no suelen molestar a los propios que los llevan: "Esquilador", "Zapatero", "Herrero", "Carpintero" "Carretero", "Panadero", "Boticario". "Molinero" "Huevero" "Albañil". "Resinero", "Soguero". Incluso haciendo alusión al lugar de procedencia: "Chañero", "Segoviano","Extremeño" "Babonero"......
En ciertos casos el apodo simplemente hace alusión al nombre o apellido del padre o de los abuelos: "Los Sebastianes" ,"Maroto", "Los Baezas".
Claro está, que desde muy niños nos vienen los Motes, puestos a veces por nuestros amigos de la infancia, por alguna característica o manía que tengamos; otras veces por personas especialistas que tienen esa facilidad de confirmar, por lo sigue renovándose esta costumbre.
Quien no recuerda los enfados y peleas entre niños, donde aprovechábamos, como mínimo para insultarnos llamándonos motes que por supuesto nos hicieran daño. En general a los niños no nos gustaban los motes que habíamos heredado y menos cuando nos lo llamaban otros niños, y lo único que podíamos hacer es ponerlos a la altura de aquel que nos insultaba, haciendo nosotros lo propio. La mayoría de las veces heredábamos dos apodos, el del padre y el de la madre, pero casi siempre prevale uno de ellos por el cual somos más conocidos.
En la Villa de Cuéllar, también hay una gran variedad de apodos, de los que se hacen uso durante toda la vida, incluso hasta en la muerte, aunque en esta situación sin mala intención. En las esquelas, que todavía se siguen poniendo por todo el pueblo, casi siempre debajo del nombre y los dos apellidos, aparece el apodo entrecomillado, pues solo por el nombre muchas veces la gente no localiza al finado, pero enseguida que lee el apodo ya está claro de quien se trata. En pleno siglo XXI sigue existiendo en Cuéllar esta práctica costumbre, de poner el apodo en la esquela del finado, sin que el interesado se ofenda.
Voy a contar un pequeña anécdota que ocurrió, precisamente al que suscribe, hace ya unos años. Una tarde de verano estando en el Barrio de San Andrés, cerca de la iglesia que da nombre a dicho barrio. Yo no conocía el interior de la iglesia de San Andrés, y me acerqué por allí para hacer unas fotos y de paso visitar dicha iglesia si localizaba quien tenía la llave y si era posible ver su interior.
Les pregunté a un grupo de señoras que jugaban a las cartas, que quien tenía la llave de la iglesia y me la podía enseñar, a lo cual me contestaron varias a la vez: La llave la tiene "El obispo". Yo me quede un poco perplejo y confuso, pensando que me estaban tomando el pelo. Ellas insistían en que la tenía el obispo. Incluso me aclaraban que la llave estaba en poder del "Obispo de Cuéllar". Ya empezaba yo a mosquearme, pero por un instante se me aclaro la mente y comprendí "El Obispo" era un apodo. Se pueden imaginar la situación tan divertida, de este grupo de mujeres. Después de un rato me indicaron donde vivía el "Obispo".
Alguien podía pensar que este señor o algún antepasado suyo, estuviera estudiando para Obispo de mitra, pero no, simplemente era porque a algún antepasado suyo seguramente que era una persona bromista al que le gustaba "Confirmar", claro está en sentido figurado. El caso es que fue otro "Obispo" también sin título, el que a su vez le confirmó. Desde aquí, quiero agradecer a Mariano "El Obispo", ya fallecido hace años, que amablemente me mostrase la iglesia de S. Andrés por primera vez y que tanto le agradaba hacer de guía en su propio barrio a todo el que se lo pidiese.
Se cuenta de una persona, que presumía de poner motes o apodos a los demás y de que a él nadie le apodaba. Esta aparente seguridad en la afirmación, hizo que a alguien cercano, harto de semejante altanería, se le ocurriera apodarle como "Sinmote" y desde entonces con "sinmote" se quedó.
Todos conocemos, que en el cercano pueblo de Iscar, donde no hay nadie que no tenga apodo, llegó un vecino nuevo, y que hablando con sus con vecinos trataron de advertirle sobre este tema de los apodos y le dijeron: "Ten cuidado que aquí todo el mundo tiene mote", a lo cual el contestó "Ya vengo yo prevenido", y con "prevenido" se quedó. Resulta curioso que uno de los barrios de Iscar sea conocido por el barrio de los "Bichos", porque hay cantidad de apodos con nombres de animales.
Sería muy pesado enumerar la gran cantidad de apodos que hay en Vallelado, muchos ya desaparecidos, pero sobre todo sería muy comprometido, por ello tan solo voy a nombrar algunos con el permiso de los interesados, así como la procedencia de los mismos.
LOYOLA: A mi abuelo Ignacio Fraile, le pusieron el nombre del santo del día, cosa muy común por entonces. Nació el día 31 de julio de 1888, festividad de San Ignacio de Loyola. Esto le supuso que empezaran a llamarle "Loyola", ya que había varias personas en Vallelado que se llamaban Ignacio, y para evitar confusiones le conocían como Ignacio "Loyola", como si de un Mote o Apodo se tratase.
Mi abuelo era labrador, y parte de su hacienda lindaba con el término de Mata de Cuéllar en el pago del "Cañuelo". El frecuente trato con los vecinos de Mata, hizo que fuera muy conocido, tanto es así que siempre pensaron que llevaba el nombre de Loyola, y todos le conocían como el "Tío Loyola". Claro está que él estaba orgulloso de este Apodo. Mi padre Benito heredó el "Loyola" y le conocían como Benito Loyola, para distinguirle de otros Benitos. En cambio nosotros , sus hijos, no heredamos este apodo, de lo cual a mi abuelo Ignacio no estaba muy conforme con que no hubiéramos heredado el "Loyola" y se preguntaba, el porque a nosotros no nos llamaban "Loyolas". Se heredan los apodos por parte de madre y padre, pero siempre es uno de ellos el que prevalece.
Incidiendo en la idea de que el apodo, en muchos casos sirve para distinguir a alguien, pondré un ejemplo. Ahí tenemos a Carmelo, que siendo hijo del Tío Loyola, nunca le llamaron por el apodo, porque no era necesario. Carmelo, es único en Vallelado en cuanto a nombre se refiere, por lo que no hace falta ninguna aclaración para saber de quién hablamos.
HABANERO. Este apodo, ya desaparecido y que hace referencia a los habitantes de la Ciudad de "La Habana", se refiere a los españoles que lucharon en la llamada "Guerra de Cuba" a finales del siglo XIX. Los que fueron de Vallelado y lucharon en dicha guerra, cuando regresaron , recibieron el sobrenombre o apodo de "Habaneros" y lo digo en plural porque fueron varios. Sin ir más lejos uno de mis bisabuelos Mariano Fraile participó en esta guerra y todos le conocían como Mariano "El Habanero".
CAÑÁMERO. Fácil explicación de este bonito mote que recogemos en Vallelado. Hace ya muchos años los matrimonios estaban formados por personas del entorno del pueblo en que vivían; por tanto la familia, en general, no tenía que viajar mucho para visitar a sus parientes cercanos. Los medios de transporte modernos ni existían , a lo más alguna caballería o burro y un carro de llantas. Estando de viaje de un pueblo a otro, un matrimonio se trasladaba a visitar algún pariente, y como la señora que viajaba a lomos de un burro, estaba embarazada, miren ustedes por cuanto que a la criatura que llevaba dentro se le ocurrió salir a la luz de este mundo en pleno campo y sin auxilio de nadie, además del sofocón del marido que viajaba en su compañía. He aquí que el niño nació en un cañamar, un campo de cáñamo de los que antes abundaban, y fue desde entonces que él y sus herederos llevan hasta hoy el apodo de “cañameros”.
Al menos espero que este artículo os haya hecho sonreír durante unos momentos, y que nadie se haya sentido ofendido, con ello me doy por satisfecho.